Hay músicos que reparten en su trayectoria la condición de artistas y
artesanos. Con los años, de forma paralela a la creatividad, adquieren
el oficio para complementar las ideas y seguir facturando obras
impecables. Javier Janaid es músico, pero en su caso esa doble
condición de artista y artesano alcanza una dimensión más profunda. Se
ha ganado la reputación internacional como lutier, aunque reconoce que
sin su faceta de músico sus trabajos no tendrían la misma terminación.
Sabe que cuesta entender qué quiere el músico para alguien que no lo
es. Además de intuir mejor qué tipo de sonido persigue, le permite
controlar todo el proceso de elaboración del instrumento, “tocándolo,
para ofrecer al músico lo que está buscando”. Con esa doble vertiente
de artesano en el arte de fabricar instrumentos, ha conquistado el
mundo; al menos, el mundo de los músicos. Algunos de los virtuosos más
reputados del planeta “guardan cola” para tener uno de los
productos de Janaid.
Como anécdota, ya ha asistido a casos en que han procurado imitar sus
modelos. Fue con una marca china, eso sí, de fabricación en serie.
Por encargo también hace guitarras,
pero se centra en la fabricación de bajos. No en vano, ha sido bajista
profesional durante veinte años, relata. Lo último que acaba de
entregar es un ejemplar para el coreano Sanming Ha, un referente del
jazz asiático. El lutier matiza: no trabaja para él, sino “con él”. Se
trata de que haya “una simbiosis con el músico para crear una
herramienta que le sea útil”. Su conquista global la ha conseguido
desde nuestro término, más concretamente desde Llanos de Don Juan. Ahí
se ha asentado, procedente de su Jerez natal. En la aldea ruteña ha
hallado su oasis creativo y sobre todo el entorno idóneo para la
personalidad de sus instrumentos. Como un guiño de agradecimiento o
reconocimiento a esas raíces andaluzas, el diseño de sus modelos remite
al autóctono porrón. A diferencia de otros artesanos, aquí tiene la
posibilidad de trabajar con el olivo, “una materia prima excelente”.
Incluso cuenta con la complicidad de algunos propietarios, que antes de
talar o quemar una rama inservible le consultan si puede aprovecharla.
La única pega que presenta es que requiere una selección muy minuciosa
para asegurar una buena calidad de sonido. En Rute, ha dado con dos
fincas con ejemplares que ofrecen una madera que suena “francamente
bien”.
No es sólo una opinión suya. A nivel
internacional, los músicos le piden instrumentos hechos con olivo,
porque su sonido es “radicalmente diferente”. Cree que esa sonoridad
especial se gesta en “los diferentes microclimas que hay en Rute”. En
general, los instrumentos que hace proceden de olivos viejos, “con la
veta muy apretada”. La otra condición es que en estas tierras de secano
el olivo haya crecido con libertad, “sin forzar”. Ello hace que sea
distinto “el poro, la célula de la madera”, lo que se traduce en esa
sonoridad diferente. Para el sonido, “pero también para la estética”,
las partes más aprovechables son las cercanas a la raíz “y a la corona,
donde el árbol abre”. Eso no significa que de una sola rama salga el
instrumento de una pieza. De hecho, se suele trabajar con dos materias.
Lo normal, apunta Janaid, es recurrir al arce para el mástil de una
guitarra o de un bajo “por su flexibilidad y su dureza”. El “cuerpo”
suele hacerse con dos maderas: la “tapa” sería de olivo en su caso,
mientras que para la caja de resonancia usa cedro o una de las
variedades de caoba permitidas.
A veces, multiplica más aún las
combinaciones. El bajo que ha enviado a Sanming Ha tiene el mástil
“laminado” con madera de iroco, arce norteamericano y nogal de Rute. En
cuanto al cuerpo, su interior está hecho con cedro, la tapa trasera
con moral “también ruteño” y lo que sería la tapa principal con olivo.
El lutier detalla el proceso de elaboración de este instrumento porque
contiene muchas maderas encontradas en nuestro término. Cree que es un
ejemplo de que no hace falta ir a África, “a la selva ecuatorial”, a
cortar árboles, “aquí se puede gestionar muy bien lo que tenemos”. Y
esa condición de aprovechar lo que da el entorno es algo de lo que hace
gala Janaid. Por supuesto, la otra peculiaridad es la trabajar con el
olivo. Puede que sea el único que lo hace. A las grandes marcas
mundiales no les trae cuenta. Para Gibson o Fender “no es rentable
cortar cuarenta olivos para encontrar quince tapas”. Pero artesanos con
menos pretensiones como es su caso sí se lo pueden permitir. Esas
“factorías” suelen utilizar maderas como el arce rizado. Sin ignorar su
calidad, no logran la sonoridad del olivo. Y es algo que los músicos
internacionales están descubriendo.
Por otra parte, un artesano basa la
sonoridad en las cualidades de la madera, mientras que las
multinacionales priorizan “las pastillas, los receptores”. Además, el
matiz diferenciador del olivo está en que aporta “claridad en las
frecuencias medias”. Asegura que los sonidos graves son “muy claros, y
los agudos muy nítidos”. Desde un punto de vista técnico, ofrecería una
señal “muy equilibrada”. Como músico, hay otra característica en el
olivo que no puede describir salvo tocando, y es “la calidez, una
dulzura que no tienen otras maderas”. No es tangible, pero justo esa
dulzura está llamando la atención de los usuarios de estos
instrumentos. El caso del coreano Sanming Ha no es aislado. En estos
días ultima una pieza para Victor Wooten, uno de los mejores bajistas
del mundo, ganador de seis premios “Grammy”. Para Wooten está preparando
un bajo de olivo y nogal, en ambos casos de Rute. También tiene
reputación internacional el italiano Vincenzo Maurogiovanni. Con él
lleva cinco años trabajando “en una maravillosa simbiosis”.
Fabricando para esos artistas, ¿un producto Janaid tiene precios
prohibitivos para un músico convencional? Hay de todo. Deja claro que,
con modelos tan concretos, un artesano nunca podría cobrar las horas
que le dedica, pero apunta que el modelo Victor Wooten puede rondar los
seis mil euros. De ahí para abajo, hay gamas muy asequibles sin restar
calidad. Según aclara, el precio final se encarece en función de los
accesorios que pide el músico. Pero el modelo “básico” no deja de ser
un instrumento “hecho a mano, con todo el cariño, con el sonido Janaid y
de altísima calidad”. Es más, procura ofrecer precios “razonables”
para esos artistas “desconocidos, con pocos recursos, pero con mucho
talento y mucha pasión”.
Fuente:
radiorute.com