Este hombre lleva cerca de 15 años analizando esta especie protegida. Los conoce como si fueran sus hijos. Sabe la edad de cada uno y cuándo alguno está enfermo. Hoy su principal preocupación es que el exceso de agua está matando a todos los árboles de El Olivar.
“El árbol del olivar necesita muy poca agua. Si se lo riega con mucha mueren. Y los jardines que los rodean son regados con método de inundación, hasta dos veces por semana porque el grass necesita mucha agua. Eso produce que las raíces de los olivares se eleven hacia la superficie de la tierra y se caigan o mueran”, dice Vargas.
El problema comenzó cuando el entonces Instituto Nacional de Cultura declaró este parque Monumento Nacional en 1959, y se decidió plantar jardines alrededor de estos árboles que no necesitan tanta agua. “Biológicamente no son compatibles uno al lado del otro”, dice.
Para mantenerlo vivo, el césped requiere ser regado dos veces por semana, y el olivo apenas una o dos veces al mes. Pero ambos son regados al mismo tiempo y con la misma cantidad de agua. “Hoy es un problema social porque los vecinos están acostumbrados al jardín”, dice. El especialista y la misma municipalidad reconocen que no hay un método seguro que permita mantener con vida ambas especies.
En detalle
Hace cuatro siglos, San Martín de Porres habría mandado plantar unos 6.000 olivos, según cronistas e historiadores. De estos solo queda uno vivo. En el siglo XVI el ex procurador Antonio de Ribera trajo al Perú, desde Sevilla, numerosos olivos que fueron plantados en el otrora barrio Huerta Perdida, y posteriormente, algunos brotes fueron traídos a El Olivar.
Hoy quedan unos 1.600 en 23 hectáreas de San Isidro. De ellos, el 35% está en riesgo por el descuido municipal de gestiones anteriores. Once, de origen virreinal, están a punto de morir, pero todos muestran el signo principal de estar afectados por exceso de agua: las raíces elevadas sobre la superficie.
El riego tecnificado por aspersión se emplea regularmente, pero según la municipalidad, este sistema no basta para mantener con vida los jardines. Está en marcha un proyecto para reemplazar el césped por un pasto que requiera menos agua.
La gestión del alcalde Manuel Velarde ha enfocado sus esfuerzos en prolongar la sobrevivencia de la especie. “Hemos iniciado el proceso para declarar los olivos patrimonio cultural. Además, nos dedicamos a prevenir enfermedades y plagas constantemente”, dice Fernando de la Vega, coordinador de Áreas Verdes del municipio.
Para Vargas esto solo prolongará 20 o 30 años más la agonía de los árboles. En tanto, los vecinos que viven alrededor admiten que no quieren quedarse sin olivares; “pero tampoco accederíamos a estar sin pasto”, dicen.
Fuente:elcomercio.pe
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