Un acuerdo comercial entre las dos áreas tradicionalmente más
prósperas del mundo, Estados Unidos y la Unión Europea, es un proyecto
pospuesto desde hace décadas que finalmente parece haberse destrabado
gracias al reconocimiento de la llamada "exclusión cultural" de Francia.
En la primera fase de la reunión del Grupo de los Ocho que se realiza
en Lough Erne, Irlanda del Norte, los líderes de los siete países más
industrializados y Rusia anunciaron el inicio de conversaciones para
crear el "acuerdo comercial más grande de la historia", como lo calificó
el primer ministro británico, David Cameron.
"Este es un premio que se da una vez en una generación y estamos
decididos a tomarlo", dijo Cameron al explicar que el acuerdo generaría
unos US$160.000 millones para los europeos, otros US$120.000 millones
para los estadounidenses y una cifra similar a esta última para el resto
del planeta.
El presidente estadounidense, Barack Obama, anunció que la primera
ronda de negociaciones se realizará en Washington en julio y que el
objetivo es tener listo el acuerdo en 2014.
El impulso se logró luego de que la UE aceptara promover la tesis de
la "exclusión cultural" que tradicionalmente ha esgrimido Francia para
proteger su industria cultural, lo que dejaría fuera a ese sector de las
negociaciones comerciales.
Pero ese concepto podría complicar las rondas venideras, porque
muchas otras industrias a ambos lados del Atlántico podrían empezar a
reclamar también su "exclusividad": desde fabricantes de zapatos hasta
productores de aceite de oliva.
"Proteccionismo" cultural
El de "exclusión cultural" fue un concepto que acuñó Francia en 1993
para las negociaciones de la Ronda Uruguay del desaparecido Acuerdo
General de Comercio y Tarifas (GATT), antecesor de la actual
Organización Mundial de Comercio.
Lo que se buscaba era que los bienes culturales fueran tratados de
manera distinta para proteger sus excepcionalidades nacionales, una idea
que luego contó con el respaldo de la Unesco, la organización de
Naciones Unidas para la educación y la cultura.
Francia es considerada la cuna del cine, es el país del mundialmente
famoso festival de Cannes, y para honrar su centenaria tradición ha
establecido una estructura que protege a esa industria de la competencia
extranjera, que en el caso de la que viene de Hollywood puede resultar
avasalladora.
Por ejemplo, la ley francesa ordena que el 40% de la programación que
se presenta en sus televisoras sea de producción nacional, un 20% de
origen europeo y el resto extranjera, en donde, por supuesto dominan los
productos de Hollywood.
Además la industria cinematográfica nacional recibe ingentes
subsidios, gracias a un impuesto que pagan las personas cada vez que
adquieren un boleto para el cine, independientemente de que la película a
ver sea francesa o extranjera.
"A los franceses les preocupa que si no logran proteger su industria
cinematográfica del dominio de Hollywood, su singular cultura artística
se verá debilitada", explica el corresponsal de negocios de la BBC Dunda
Barlett.
Eso no significa necesariamente que el público francés prefiera ver
obras hechas en casa, como indica el hecho de que el año pasado de las
20 películas más taquilleras en Francia, sólo cuatro eran nacionales y
la mayoría de las restantes estadounidenses.
EE.UU. ya coloca en el mercado europeo muchas más películas, música,
programas de radio y televisión que los que le compra, por lo que
mantiene un superávit de unos US$ 2.000 millones al año.
Barreras al acuerdo
Aunque el tiempo previsto para finiquitar las negociaciones, 18
meses, puede parecer corto si se
recuerda que tratados similares han
tardado años en ser acordados. Incluso un grupo de trabajo está dedicado
al tema desde 2011.
EE.UU. y la UE ya tienen relativamente bajas tarifas en su comercio
bilateral, aunque existe otro tipo de barreras que impide que las
compañías estadounidenses compitan en Europa y viceversa, entre ellas,
las regulaciones y las certificaciones técnicas.
Un ejemplo claro está en la industria automotriz, en la que ambos
lados tienen estrictas medidas en cuanto a seguridad y medio ambiente,
aunque diferentes en algunos aspectos, lo que fuerza a los fabricantes a
cumplir con ambas regulaciones si quieren exportar sus vehículos.
La agricultura es otro campo contencioso, ya que la Política Común
Agrícola de la UE establece fuertes subsidios al sector y funcionarios
europeos han expresado preocupación por el impacto que el modelo de
negocios de la agroindustria estadounidense podría tener en la muy
protegida producción europea.
Pese a su intención de poner todo en la mesa de negociación, algunos
analistas indican que los estadounidenses buscarán dejar por fuera
algunas actividades financieras, algo en lo que seguramente contarán con
el apoyo de Londres (segundo centro financiero mundial) y para lo que
podrían invocar reciprocidad, luego de haber aceptado la "exclusión
cultural" francesa.
Fuente:terra.com.pe
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