El aceite de oliva viene demostrando que es uno de esos productos del
que se aprovecha todo. Lo que no se había constatado es que, además,
podía generar energía. Y eso es lo que ha conseguido durante el último
año la planta piloto instalada en la cooperativa lojeña de San Isidro,
que ha sido el epicentro de un proyecto europeo completamente innovador.
Se trata del proyecto Biogás2 PEM-FC, una iniciativa incluida en el VII
Programa Marco de la Unión Europea que ha demostrado que se puede
generar calor y electricidad a partir de residuos de la industria
olivarera, como el alpechín o el alpeorujo.
Según el ingeniero técnico agrícola de San Isidro, Antonio Rodríguez,
"ha sido un proyecto experimental que ha servido para conocer cómo el
alpeorujo y el alpechín -dos de los subproductos del aceite de oliva-
puede servir para generar electricidad". En la cooperativa lojeña, no
obstante, están acostumbrados a ir sumando las últimas tecnologías para
reducir costes y mejorar la calidad de producción. "Desde hace unos
cuatros años contamos con un sistema de centrifugado para 'lavar' el
aceite que ha permitido reducir 1.000 veces la cantidad de agua
necesaria", destacó Rodríguez.
En el caso del proyecto Biogás, hablamos aún de un proyecto piloto de
energías renovables, en el que se ha utilizado alpeorujo –un resto del
que aún se sacan otros aceites de inferior calidad–, el alpechín –la
pasta resultante de otra fase de la producción– y purina de una granja
de cerdos lojeña cercana a las instalaciones oleícolas. El proceso
supone que durante 40 días esta mezcla está fermentando en condiciones
anaeróbicas (sin oxígeno) y también sin luz. A raíz de esta fermentación
se produce un gas rico en hidrógeno y, tras varias fases,se acaba
obteniendo ni más ni menos que agua y energía eléctrica.
Doble eficiencia
Además de demostrar la utilidad que este tipo de residuos como fuente
energética renovable, este proyecto piloto único en Europa también ha
aportado datos tan curiosos como la forma de evolución de las bacterias
en estos procesos. "Si esto sale bien y el proyecto piloto se desarrolla
a otra escala, se podría usar en cooperativas como la nuestra, al menos
para cubrir parte de nuestras necesidades energéticas, que son muy
importantes". Una cooperativa como San Isidro de Loja, que moltura 40
millones de kilos de aceituna al año, utiliza dos transformadores de
1.000 KVA. Por eso, San Isidro estuvo interesada en participar desde el
principio y FAECA le tomó la palabra. Durante casi un año esta pequeña
planta de energía renovable ha estado haciendo diversas pruebas para
recoger datos que avalen las posibilidades reales que este recurso puede
tener si es aplicado al suministro eléctrico de una fábrica de cierto
tamaño.
Sigue:ideal.es
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