Se habrá fijado: los clásicos convoyes rellenables de aceite, vinagre
y sal han desaparecido de las mesas de los establecimientos públicos
desde el pasado día 1 –tienen de plazo hasta el 28 de febrero para
aplicar la normativa del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio
Ambiente–. Se trata de una medida que llevan pidiendo durante años los
productores, envasadores, cooperativas y agricultores de nuestro oro
líquido, ya que cuando se rellena, y se vuelve a rellenar, un envase
que, además, es complicado de limpiar, éste se estropea, se queda rancio
y, por mucho que lo añadamos de excelente calidad, el resultado será el
mismo: rancio. La luz y el aire lo estropean. Ya lo advirtió Paladio,
un agrónomo del siglo III d.C: «Los recipientes de aceite de oliva
estarán siempre limpios para que no se estropeen los sabores con el
rancio de los anteriores». La decisión tomada por el Gobierno demanda
que las botellas deberán presentarse cerradas y etiquetadas.
Si
tiene alguna duda pregunte en el 38 de Larumbe (Pº de la Castellana,
38. Madrid. Tel. 91 575 11 12), establecimiento de Pedro Larumbe, chef
apasionado de los vírgenes extra, la máxima calidad de esta grasa
cardiosaludable y gastronómicamente imprescindible, que ya ha instalado
un carrito modélico con once variedades de aceitunas de virgen extra
Artajo, de Tudela, cada una de ellas con una diferencia de recolecta de
unos diez días y cada semana recibe dos. Junto a cada botella, sitúa un
vaso e información para el cliente que va a catar. Informa si se trata
de zumo de arbosana, picual, de la griega koroneiki, cultivada en
Navarra, de cornicabra, de empeltre o un de coupage de las variedades
francesa lucques y panisello, originaria del Delta del Ebro, entre
otras. Nombres que la mayoría de los mortales no saben ni que existen.
Es una forma de que se familiaricen con los distintos tipos que se
cultivan en nuestro país, conozcan sus aromas y texturas y sepan qué
platos armonizan con cada una: «Es sorprendente ver cómo se interesan
por su origen y elaboración, además de sorprenderles que hace un par de
semanas ese fruto estaba en el árbol. Se lanzan a probarlos enseguida»,
explica Larumbe.
Aprender a diferenciarlos
El chef
insiste en la necesidad de defender un producto que es seña de identidad
de nuestro país. Tampoco entiende las críticas de ciertos hosteleros:
«Imagino que provienen de establecimientos de bajo nivel, por la
comodidad que supone llevar el convoy a la mesa y olvidarse», prosigue,
al tiempo que recuerda que esta iniciativa va a beneficiar al eterno
compañero del aceite de oliva, el vinagre: «Se le da poca importancia, a
veces, es puro ácido acético, y también es parte fundamental de un
aliño». Como también lo es que cada botella muestre su etiqueta «con la
fecha de envasado, caducidad, elaboración, origen, tipo de aceituna y,
por supuesto, si se trata de un oliva a secas, un virgen o un virgen
extra. Los comensales deben aprender a diferenciarlos con el fin de
evitar fraudes y también para que en casa continúen disfrutando de la
experiencia. Se trata de seguir la estela del vino», concluye Larumbe.
Pero,
¿cómo aprovechar el virgen extra para cocinar? El picual resulta
perfecto para aliñar las ensaladas, para freír, empanar y rebozar, para
la elaboración de guisos lentos y conservas de alimentos crudos y
cocinados, como quesos y chacinas; si pretende preparar cualquier ave,
opte por el arbequina; es más suave. También para hacer marinados,
salsas, cremas frías y masas de repostería; el hojiblanca es ideal para
la mayonesa, alioli, vinagretas, macerados de pescados fuertes, pastas,
salteados y conservas vegetales, mientras que el cornicabra, utilícelo
en ensaladas, frituras suaves y masas de panadería.
Fuente:larazon.es
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