26 noviembre, 2009

La presidencia europea de España debe suponer una oportunidad única para sentar las bases del futuro oleícola, sector en el que somos los indiscutible

El sector del aceite de oliva, como la práctica totalidad de los cultivos, vive un momento crítico. Nuestro país ostentará la Presidencia de la Unión Europea a partir de enero y ésta singular oportunidad debe suponer un impulso para que el zumo de aceituna se afiance como una prioridad de la futura política agraria común.

Los agricultores españoles se manifestaron la pasada semana en Madrid para mostrar su impotencia ante la crisis de precios en origen que viven la mayoría de los productos agrícolas, y no les falta razón. La marcha contó con el consenso de todas las Organizaciones Agrarias e incluso con el apoyo de administraciones como la Junta de Andalucía.

Y nos preguntamos ¿De qué forma pueden actuar los gobiernos para intervenir en una situación de crisis de mercado como la actual?, y en concreto en el sector que nos ocupa, el del olivar. Y la primera reflexión que debemos hacer es que no estamos solos y el gobierno español debe actuar desde Europa porque este es el obligatorio marco común de decisiones.

Es cierto que la situación de libre mercado a la que se tiende en los acuerdos internacionales no deja gran margen de maniobra a la política comunitaria para intervenir en los mercados agrarios, pero existen medidas que si pueden regular ciertos factores y que pueden ser de aplicación en el marco agrícola internacional.

Comenzamos por los imperativos medioambientales y sanitarios exigidos en las prácticas de cultivo y que, a nuestro juicio, están justificados, pero. ¿Es lógico que se exija a un agricultor europeo unas prácticas sostenibles que suponen un incremento de los costes de producción, mientras se permita la entrada de productos de terceros países que no han cumplido ni costeado estas exigencias?, aquí nos encontramos con una discriminación y una imposición diferencial a los productos autóctonos. Para paliarlo se deberían establecer, como mínimo, aranceles que compensen este sobreprecio o bien imponer estas prácticas a los productos cultivados en otros países, lo que resultaría más difícil de controlar. Así mismo se deberían activar campañas informativas destinadas a los grandes países consumidores donde se expliquen las garantías sanitarias diferenciales de los aceites producidos en Europa frente a los obtenidos en otros países productores con menor regulación.

Por otro lado la política comunitaria debería, sin complejos, contribuir a compensar el desequilibrio estructural entre oferta y demanda del sector del aceite de oliva y la aceituna de mesa. Para ello se debería actualizar y agilizar el mecanismo de ayuda al almacenamiento privado y se deberían apoyar económicamente las medidas destinadas a la concentración de la oferta.

El aceite de oliva y la aceituna de mesa son productos con un gran futuro en el consumo internacional y la UE en general y España en particular son la cuna de la producción mundial, por tanto Europa debe defender esta producción con la máxima energía. Además el olivar es un cultivo con gran carácter social generando gran cantidad de mano de obra y suponiendo el sustento principal en un gran número de comarcas españolas. Por tanto, en la estructuración de la nueva PAC a partir del 2013 se deben mantener las ayudas existentes asociadas ya a la superficie, actualizando las cuantías y reconociendo la producción real de cada país comunitario. Europa debe defender especialmente los cultivos propios con historia y el olivar lo es al mismo nivel, como mínimo, que la leche, el cereal o la viña.

También se deben estudiar e implementar medidas para el olivar tradicional susceptible de mecanización que es el sistema de cultivo más frecuente en nuestro país y que puebla vastas comarcas de la geografía española.

Respecto al olivar tradicional no mecanizable, es decir de baja producción y alta pendiente, la solución es difícil y será inevitablemente traumática en muchas comarcas. En cualquier caso en estas zonas se pueden activar ayudas diferenciales a la comercialización de un producto autóctono de calidad con un gran valor ambiental y asociado a la agricultura ecológica. Se debe primar de alguna forma la labor de “guardianes ambientales” de los olivicultores de montaña y ayudar a sostener el cultivo en ciertas zonas de máxima calidad enmarcadas en denominaciones de origen y con carácter ecológico.

Por último pensamos que es fundamental seguir potenciando la promoción del aceite y la aceituna en el mundo y en este sentido Europa debe seguir apoyando y reforzando toda acción que se encamine a este fin. Aceite de oliva es Europa de la misma forma que kiwi es Australia o café es Sudamérica y por ello el Viejo Continente debe abanderar su expansión como un producto europeo con sello propio. En este apartado se deberían incluir ayudas específicas a la investigación sobre las bondades del aceite de oliva para la salud, porque éste y no otro será el gran argumento comercial del futuro. También pensamos que estas ayudas se deben complementar con el apoyo económico del Sector que es el principal beneficiario de sus resultados.

Nos corresponde la Presidencia Europea y nuestro país debe luchar por sus activos, en este sentido el cultivo del olivo es el activo más importante de una gran superficie agraria española, esta oportunidad debe ser aprovechada por nuestro gobierno que lo debe tener entre sus prioridades, lo cual no tenemos porqué poner en duda y, siendo tan obvio, estamos seguros de que así será.
Fuente:Aemo.es

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